Al filo de la veda electoral
Querido lector:
Cuando recibas este newsletter, programado para llegar a tú correo electrónico antes que inicie la veda electoral, seguramente ya tendrás definido tu voto. Al final de cuentas, como el objetivo de este no es influir de ninguna manera en tu decisión, dado que nadie es mejor que nadie para decir que hacer en semejante encrucijada, mi intención es solo comentar algunas cosas que fui observando a lo largo de este, el peor proceso electoral desde 1983.
A la vez, como no pienso proyectar ningún posible resultado (el que se quema con leche…), mi idea es que pueda leerse más allá del 19N.
Si en 1983 un viajero en el tiempo llegase de 2023 y nos contara que la presidencia de la nación estaría por definirse entre una fórmula que bien podría representar a Tradición, Familia y Propiedad y a la Liga Argentina de Amas de Casa por un lado, y a un exrepresentante de la UCD (así se escribía entonces, hasta que la Justicia Electoral falló que el Capitán Ingeniero se había choreado la sigla y tuvo que cambiarla) que se había hecho peronista, seguramente nos hubiésemos cagado de risa. En fin, el 2023 habla y es lo que hay.
Pero además, si nos decían que ambos serían graduados de una de las universidades privadas con menos categoría de ese tiempo, la UB, directamente lo mandaríamos a encerrar con chaleco de fuerza y todo. Incluso Avelino Porto le diría que está en pedo. En fin, el 2023 habla y es lo que hay.
Si además agregara el viajero que uno de los candidatos está por ser alumno del Agustiniano y otro arquero de inferiores de Chacarita, en el mismo barrio de San Martín, hasta tal vez podría generarse una paradoja temporal que los cruce en la alguna galería de la peatonal Belgrano comprando buzos de dudosa calidad y cree una falla en el Universo. Bueno, el 2023 habla y tal vez es eso lo que pasó.
En fin, a cuarenta años del inicio de nuestra democracia, es lo que quedó.
He visto muchas campañas electorales. Nunca una tan mala. Los candidatos, los que llegaron y los que quedaron en el camino, muestran la calidad de nuestra sociedad. Contra lo que se cree, no es la economía. Algo peor nos pasó como sociedad.
En 2001, Enrique Vázquez escribió que si no había habido disolución fue porque había existido unos cien años antes un señor que se llamó Sarmiento, que con su loca idea de educación para todos había creado lazos sociales que iban más allá de la pertenencia social. Desde 2001 el kirchnerismo se ocupó de que esos lazos sociales se rompa. Algo de eso escribí acá. Hoy, lazos sociales mediante rotos, no se que puede pasar. Los extremos de la sociedad nos llevaron a una competencia centrifuga que eliminó hasta el sabio teorema de Baglini.
Pero esta campaña me deja algunas certezas:
1. Nos convertimos en una sociedad anumérica. En los tres debates presidenciales (y en el de vices) no hubo un solo candidato que presentará una argumentación en base a números. Ni uno. Ni el Ministro de Economía ni el que se vendió como economista exitoso.
2. El odio visceral de un sector de la sociedad al radicalismo. Si, hay un sector social (que incluye a los seguidores del libertario) que odia más al radicalismo que al peronismo en cualquiera de sus formas. Que un sector odia a otro en política es parte del juego. Tampoco es que a esta altura nos vamos a sonrojar, pero quiero permitirme un comentario. Parte de ese sector social es cercano al campo. Y ese sector social cree, genuinamente, que la 125 la pararon en las rutas con su lock out. Es hora de decirles, dado que nos dan la espalda, que la 125 la paramos en el Congreso, gracias a los votos de los senadores radicales, cuando el Senado podía equilibrarse. Ese mismo sector social acaba de regalarle al peronismo, gane quien gane, el control del Senado por la próxima década. Estimados, la próxima que cualquiera sea el gobierno, les suban los impuestos, vayan a llorarle a Conan.
3. Así como los candidatos que llegaron a la meta (y muchos de los diputados y senadores que ya fueron elegidos) son los peor preparados desde 1983, párrafo aparte merece el periodismo político. En los numerosos programas que enfrenté no he visto a ningún periodista hacer una puta pregunta. Ni una. Tanto para preguntar y tanto miedo por hacerlo. No hay duda que cuando Oriana Fallacci les dijo a sus predecesores lo que les dijo se estaba adelantando en el tiempo. Si los periodistas (incluso algunos de esos que levantaron el cartelito de “queremos preguntar” en el programa de Lanata hace diez años) realmente hubiesen querido preguntar, el escenario actual hubiese sido muy otro.
4. La consagración de la política amoral. Algo que nos angustia a los de nuestra generación, como señala Ricardo Lafferriere, “formados en tiempos de la sociedad sólida”, es la dinámica que la generación política post 2003 le imprimió a la lucha política: la amoralidad. No ha habido algo más amoral que la actitud de Sergio Massa interviniendo su propio gobierno en función de sus ambiciones personales. No ha habido más amoralidad que la de Mauricio Macri o Patricia Bullrich rompiendo una construcción política de ocho años (que tuvo más triunfos que derrotas) entre gallos y medianoches, sumiendo en angustia y desconcierto a muchos políticos y militantes curtidos. El fenómeno de la amoralidad política, sin embargo, no es solo local. Si miramos Europa, también allí se cuecen habas… (o amorales).
Hace unos meses escribí que “no tenía idea que iba a pasar en la elección general”. En fin, cuando escribo esto, tampoco tengo idea que va a pasar el domingo. Lo único cierto es que lo que va a pasar va a ser malo. Y tengo mucha angustia.
(Si querés que la angustia se me pase un poco, difundí este artículo, suscribite y, si tenés ganas, colaborá, que cuesta menos que la factura que te comés con el café y este news no engorda).