Don't drink the water
En 1966 Woody Allen escribió una obra de teatro que, hasta hace algunos meses, solo había leído en una edición publicada por Tusquets en los años ochenta. La misma, llevada a la televisión por primera vez en 1969 con el engañoso título de “Los USA en zona rusa”, narra las desventuras de una familia americana que se refugia en una embajada de los Estados Unidos en un país del pacto de Varsovia (googleen centennials…).
No tenía mucha idea de esa versión televisiva de una obra que, en su momento, me había divertido mucho leer. Pero lo más fabuloso de todo es que, en 1994, el mismo Woody Allen protagoniza otra versión televisiva de la que nunca supe nada hasta hace unos meses que la descubrí en Amazon. El plus viene con el agregado de que en esta trabajan Michael J. Fox y Mayim Bialik. Del primero no hace falta mucha presentación, de la segunda, solo cabe mencionar que sería, años después, la novia de Sheldon Cooper en The Big Bang Theory.
En la jerga política suele usarse una frase media absurda que es “que le pondrán al agua” cuando no comprendemos muy bien el sentido del voto.
El Colegio Cardenal Coppello dio dos presidentes a nuestro país: el exdictador Levingston, quien pasó unos meses en dicha institución, y el actual primer mandatario, Javier Milei. También salieron de dicho colegio otros personajes conocidos a saber, la hermana y actual Secretaria General de la presidencia (lógico, los hermanos suelen ir al mismo colegio) y el ¿humorista? José María Listorti, quien asistió a la misma camada que la primera dama y, como era común en aquellos años, fue invitado al cumpleaños de quince de la susodicha (esto último no tienen mucho interés salvo que, recordar los cumples de quince en los años ochenta me retrotrae automáticamente a la ingesta de sándwiches de miga ilimitados que en dichos eventos se servían).
Como exalumno del Colegio, no fue raro que el actual presidente fuese invitado a abrir el ciclo lectivo (aunque no encuentro otros antecedentes similares). A priori, no me parece mal. Un exalumno llega a la primera magistratura y que mejor que mostrarlo como ejemplo para quienes hoy transitan las aulas de esa institución.
Lo insólito es el uso y la falta de oportunidad de la que hizo gala el Presidente, usando la tribuna para repasar una agenda política que ya conocemos, pero fundamentalmente para usar munición gruesa para atacar la educación pública (en realidad, la educación de gestión estatal, dado que toda la educación es pública) o para fusilar mediáticamente a una anónima profesora universitaria y a una jubilada exdocente de dicho colegio.
Hace unos años escribí en otro blog un artículo que hacía referencia a mi Colegio público. En dicho artículo, transcribo algunos párrafos, hacía una defensa cerrada de la educación de mi infancia/adolescencia, mas o menos contemporánea a la del Presidente (aunque este es un par de años más joven). En ese artículo, que forma parte de un libro de próxima aparición, reivindicaba las herramientas que me había dado el Colegio Nacional Normal Superior Estados Unidos de América de San Martín, por cuyas aulas habían pasado personajes tan diferentes como Norma Arrostito o Alfredo Bravo (googleen centennials…).
Escribí con nostalgia: “…iba a volver a viajar todos los días a San Martín, ahora a la mañana. Pero ahora no lo haría solo. A dos cuadras de casa subía en el bondi Francisco y su hermana, un par de paradas después, Alejandro, más adelante en Pedro Morán y Zamudio (peleando con las chicas de una escuela de monjas que se le colaban) Pablo. En Av. San Martín, Sergio y, a veces, Érica. Débora venía en el 170 desde Villa del Parque. Y así desde muchos barrios de la capital. Mis mejores amigos, algunos lo son aún, fueron los que iban a San Martín desde la capital, de otra forma no los hubiese conocido.
(En esa esquina un Estebita de otros tiempos esperaba todos los días para entrar al colegio).
Iban/íbamos a un Colegio de puta madre. Inclusivo sin declamarlo. Un Colegio que refugiaba docentes perseguidos por la dictadura. En el que la Directora no tenía problemas de conciencia si la acusaban de colaboracionista, porque ella sabía muy bien que había salvado la vida de muchos. Donde se enseñaban valores y se formaba a los futuros universitarios. Donde festejamos la invasión de Malvinas y nos quedamos chupando un clavo oxidado con el bofetazo que nos dieron en junio del 82. Donde el profe Segura se adelantó al uso de ‘las nuevas tecnologías en el aula’ y grabó, pera pasar en clase el primer programa de Cosmos. En el que la Porota quería que germináramos el poroto durante todo el año hasta que al fin, germinó. Donde me fue mal en un examen de geografía (intenté ubicar las montañas Rocallosas en un mapa ciego en Europa) y sudé a mares en diciembre para rendirla con la temible profesora Prokerz. En el que muchos de mis compañeros de primer año quedaron en el camino, repitieron con más de dos materias libres (tampoco, hasta donde sé, se convirtieron en asesinos seriales). Donde me pusieron amonestaciones por entrar corriendo a la escuela (cinco). Donde Cansanello nos enseñó a estudiar historia sin necesidad de un manual de cabecera. Donde Bonifacini (de matemáticas) se adelantaba a la ESI y daba clases de educación sexual para los chicos cuando a las chicas las mandaban a ver el documental de Johnson & Johnson. Donde en la hora de Biología usábamos un laboratorio que ocupaba toda un ala del tercer piso, con canillas y mecheros a gas que utilizábamos prudentemente. Donde la mitad de los cursos teníamos latín. Donde la profe Suller, para no aburrirnos leyendo El lazarillo de Tormes o El Quijote lo contaba ella, para además dejar salir su faz actoral (siempre nos recordaba cuando en Italia la habían confundido con Sofía Loren). Donde la profe de Física, Fariña, llevaba a todos los cuartos años a ver la obra Galileo al San Martín, con Walter Santana. Un Colegio en el que formamos un centro de estudiantes, hicimos sentadas y juntábamos cosas para mandar a una escuela en La Rioja. Al que vino Menem a agradecer cuando era un gobernador peronista/alfonsinista y llevó a su provincia a los chicos de quinto para hacer tarea solidaria. Un colegio donde festejamos el regreso de la Democracia y el Mundial 86. En el que competíamos seguido en Feliz Domingo porque uno de los jurados del programa era profe de matemáticas. Un Colegio donde la profe Osorio, en quinto, en Lógica nos preparó para dar Conocimiento Científico del CBC por UBA XXI (‘así van adelantando materias’). Un colegio que no necesitaba decir que ‘incluía’ porque para ser realmente inclusivo no hace falta decirlo. El lugar donde conocí a Pablo y Hugo (médicos), a Fabián (productor y manager de artistas), a Diego (Director de la FM más importante del país), a Andrés (arquitecto y profesor concursado de la UBA), a Silvia y Laura (Psicólogas), a Anabella (empresaria turística), a Grachu y Valeria (Maestras), a Aníbal y Sebastián (Bancarios), a Silvio (decorador), a Roy (Comerciante), a Laura (Dra. en Ciencia Política), a Marimé y Fernando (Odontóloga/os), a Verónica (Profesora de Francés), a Alejandra, que con ‘solo lo que aprendí de inglés con Puyol’, enseña español en Minessotta, a Laura (maneja la imprenta de la familia), a Erica (radióloga y maestra en Estados Unidos), a Marcela (Lic. en Filosofía), a Claudio, a Claudia y a Mónica (abogados), a Silvia y Silvina (Médicas), a Gloria (Fiscal en el conurbano), a Pablo (arqueólogo por vocación y gran fotógrafo amateur) y a tantos otros tipos de bien. Creo, sin temor a equivocarme, que pocos eran hijos de profesionales. Creo, sin temor a equivocarme, que todos veníamos de distintos estamentos sociales y culturales. Y, saben algo, nos integramos sin ningún problema. Y si nos ponían una mala nota o una amonestación, protestábamos, puteábamos y nos la comíamos. Muchos de mis mejores amigos daban todas las materias a fin de año sin chistar, porque se las llevaban todas. Sin chistar, todo diciembre en el cole. Y las rendían, porque había buenos docentes. Seguramente ahora me van a decir que la escuela no integraba porque si repetías te ibas. Y, sí, ese era el costo. O que no integraba a las chicas que se embarazaban. Mentira, el embarazo adolescente (que existía, aunque no tenga estadísticas a mano para mostrar) se encaraba en la escuela. Patricia cursó cuarto y quinto año en mi división después de dar a luz a una nena en tercero y tomarse un año para criarla. Su hija compartía con nosotros, todos tíos postizos, el Día del Estudiante”.
Este texto lo escribí hace más de diez años, cuando el ataque a la educación pública venía por el lado de la colonización que planteaba el kirchnerismo de la misma. Pero no le cambie casi ninguna coma porque es tan necesario hoy como entonces.
El gobierno actual viene, supuestamente, a terminar con la matriz estadocéntrica. Probablemente lo logre. En el medio va a cargarse un proceso de integración social que fue de lo mejor de este país desde fines del siglo XIX (no estoy hablando ni del clientelismo ni de la corrupción). Para poner un ejemplo de lo que quiero decir, el proceso migratorio en nuestro país no generó ghettos ni barrios por colectividad, como en otros lugares. Aquí convivieron en los mismos conventillos gallegos y tanos, polacos y turcos, sin conflictos más allá de algún hecho puntual. No se si otro país del mundo puede mostrar ese proceso.
El Estado argentino derivó en un populismo predatorio consolidado desde Néstor Kirchner en adelante, aunque ya con Menem se empezaron a ver las primeras grietas en las instituciones (básicamente, adherimos a la idea de que la diferencia entre lo predatorio y lo virtuoso son las instituciones que administran).
En algún momento de la primera década de este siglo, Enrique Vázquez dio una explicación del porque no se había ido todo al carajo en 2001. Básicamente, palabras más, palabras menos, dijo que fue por Sarmiento y la escuela pública. Esa que describí más arriba.
No me sorprende, porque los tiempos cambian, que otrora sarmientistas de la primera hora, reivindiquen sin sonrojarse la actual administración. Sería que ellos “ven algo” que el resto no vemos. O están tomando de otra agua, la misma que toman en el Coppello.