El presidente que nunca debió haber sido
Toda la semana estuvo dando vueltas en mi cabeza sobre que iba a escribir. Como ya les conté en un post anterior, mi método es medio rocambolesco. Comienzo poniendo el título y a partir de ahí tengo que tener en la cabeza todo el texto armado. Es raro que escriba de otro modo.
Puedo ir caminando por la calle, acordarme del nombre de una película o una canción y decir “Ah, que buen título sería…” y ahí, solito me sale el texto.
Para esta semana, cumpliendo con una rutina que me impuse, tocaba nota política. Tenía el título: “La oposición deseada”, parafraseando un libro que a inicios de este siglo escribió Miguel Wiñazki y llevó a la radio junto con Nicolás y Magdalena Ruiz Guiñazú. Haciendo memoria, la tesis del libro gira alrededor de cuáles o qué tipo de noticias prefiere recibir el lector.
Pero mi nota giraría por un esquema diferente y es que esperan los medios de la oposición, básicamente que “oposición quieren”. Un ejemplo sencillo, los medios en general aceptan cualquier tipo de quilombo que se dé dentro del peronismo (son partidarios del chiste interno “se están reproduciendo”) pero esa vara amoral que le perdonan al partido fundado por un general no la aplican con la oposición. En este caso la oposición debe ser casta, impoluta, renovada y renovable. A imagen de lo que ellos esperan para que sea derrotada una y otra vez por el peronismo de turno. Según esta (mi tesis sobre los medios políticos) la oposición no debe tener diferencias internas ni de matices. Ya tiene que tener un plan de gobierno armado para implementarlo a partir del 10 de diciembre y este, debe ser además, aceptado sin condicionamientos por los medios. Ellos serán los que midan hasta donde pueden aplicar esas recetas (recordemos la tapa de Clarín el día que De La Rúa quiso intentar un ajuste que le permitiera seguir gobernando sin devaluar: “El ajuste lo paga la educación”, game over a partir de ahí y a hacer fuerza para que Duhalde devalúe sin ningún tipo de prurito a partir del 3 de enero del 2002).
Bien, la cosa da para más, pero me guardo el título para desarrollarlo con mayor tranquilidad dado que el jueves la coyuntura me planteó parafrasear otro título: “El presidente que nunca debió haber sido” (cero originalidad, ya Bonasso escribió su bodoque autojustificatorio, El presidente que no fue, para lavar culpas de ser el submarino en el gobierno de Cámpora y Silvia Mercado el año pasado publicó El presidente que no quiso ser, pero, y acá tengo que pedir confianza, el título de este post a mi me daba vueltas en la cabeza desde enero de 2020).
Desde hace trece años, doy clases de Ciencia Política en el CBC. Uno de los textos con los que trabajamos es de Martín D’Alessandro y versa sobre el liderazgo. En el texto, Martín cita a James MacGregor Burns (1978) quien “ha identificado tres estilos de liderazgo –laissez-faire, transaccional y transformista–“. Básicamente, en el liderazgo laissez-faire “el líder prefiere no entrometerse en asuntos ajenos a su responsabilidad personal, pues tiene un enfoque de ‘manos afuera’ en relación con el manejo del gabinete y de las distintas oficinas que forman parte del poder ejecutivo”, el transaccional, “por el contrario es un estilo de liderazgo ‘manos adentro’ (gerencial e incluso tecnocrático), ya que el líder adopta un papel más activo en relación con la formulación de políticas públicas y el gerenciamiento gubernamental” y por último el transformista encontramos un líder “inspirador o visionario que está motivado por convicciones fuertemente ideológicas y tiene la determinación personal y el deseo político de llevarlas a cabo. Tiene una visión de cómo debe ser la sociedad y hace lo necesario para transformarla”.
Como los ejemplos que da el libro no son locales, uso las categorías para intentar definir a qué tipo de liderazgo podemos adscribir cada uno de los presidentes argentinos desde 1983 hasta ahora. Tengo un doble objetivo, hacer más afín el tema en cuestión y que los chicos que cursan conozcan un poco más sobre los presidentes argentinos.
Cuando se da un cambio de gobierno tengo un problema, como será ese nuevo líder. Como mi intención es ser objetivo, durante el primer año del nuevo líder no lo pongo en la lista. Lo hice con Macri, en 2015, a quien recién en 2016 incluí en el esquema.
Con Alberto Fernández, pandemia mediante, tuve la misma intención. El primer año no apareció en las pantallas de los tan poco entretenidos y nada pedagógicos Zoom. Pero el segundo tampoco… y el tercer, menos. No logro encorsetarlo. Y no, no es un mérito de Alberto. Es un problema. Es un demérito. Más allá de la subjetividad del observador, creo que nadie podría precisar con seriedad donde ubicarlo en esta clasificación. Es frustrante, además.
No es un presidente inspirador (aunque él mismo esté convencido que lo es), no es transaccional (podemos decir que al menos una tercera parte de su errante gabinete no le atiende el teléfono) y tampoco es laissez-faire, dado que, si bien esa tercera parte del gabinete no le atiende el teléfono, no es por delegación de funciones sino porque reportan a otra oficina, una situada en el Senado de la Nación. Y de los propios, bueno, tampoco es que fuesen una primera línea en quien delegar con tranquilidad la cosa pública.
Suelo decir que Alberto Fernández no tendría que haber aparecido en los libros de historia ni como nota al pie. Se me ocurre que su gobierno no ha dejado un legado propio como para que tampoco ocupe más que un par de párrafos en los libros de texto que vendrán de ahora en más. Podría enumerar la cantidad de fallos forzados y no forzados que cometió desde el día que asumió en adelante (si, cuando todavía ningún chino se había dado un atracón de sopa de murciélago). Pero estoy tratando de ser más acotado en estas notas. Solo con ver la puesta en escena del primer gabinete, donde valía lo mismo un ministro coordinador que un jefe de gabinete era suficiente. El Caballo de Troya transparente, como lo bautizó una tuitera, se convertía a la vista de todos en el vestido del emperador.
El final es más triste aun, el presidente que nunca debió haber sido, se convirtió una triste mañana de abril en el primer pato cojo de la democracia argentina.
Fuentes
Burns, James MacGregor: Leadership, Nueva York, Harper and Row, 1978.
D’Alessandro, Martín: “Liderazgo”, en Aznar, Luis y De Luca, Miguel, Política. Cuestiones y problemas, Buenos Aires, Ariel, 2006.
Galasso, Miguel: El presidente que no fue, Buenos Aires, Planeta, 1998.
Mercado, Silvia: El presidente que no quiso ser, Buenos Aires, Planeta, 2022.
Wiñazky, Miguel: La noticia deseada, Buenos Aires, Marea editorial.