Mí Manhattan
Durante muchos años esquivé la ciudad retratada tantas veces por Woody Allen. Pese a ser un fanático desde la adolescencia, había algo que me impedía viajar.
Literalmente, tres veces evité la ciudad perfectamente cuadriculada.
Durante muchos años un poster de Woody (regalo de mis compañeros de secundaria) colgó de mi pieza y a la vez, en tiempos antes de IMDB prolijamente escribí con mi máquina de escribir un listado de las películas del neoyorquino. En la misma subrayaba las que iba viendo. Creo que de su primera etapa no me perdí ninguna. Los tiempos iniciales de la democracia ayudaron a que muchas se pasaran en programa doble en el cine ABC de Lavalle cuando no era exclusivamente un cine porno (eso llegaría, si la memoria no me falla, hacia los años ochenta). Estoy seguro de haber visto allí, con Guillermo (mi amigo que ese día fue puntual) en uno de esos programas, el combinado Memorias de un seductor y Manhattan. Hasta Memorias… nunca me había reído tanto en un cine, literalmente, terminé en el piso. Hace poco en Flow volví a verla y supo resistir el paso del tiempo, lo mismo que Bananas (esta sería, seguramente cancelada por uno de los gags más festejados al momento del estreno, el de la picadura de serpiente).
Qué decir de Manhattan. No debe haber hogar de clase media de la época que no fuese adornado con el poster de la película. Nostálgico. Conviviendo con una lámina del Gernika.
Y sin embargo, con todos esos antecedentes, esquivaba la ciudad.
Tres veces pude haber ido en los noventa (una de ellas pagada por la empresa un mes antes del atentado a las torres). Tres veces me inventé excusas para no ir. El hecho de que no me gustaba mucho volar creo que influyó (sigue sin gustarme, pero los últimos años le encontré la vuelta al tema).
Nueva York, como pude comprobar cuando al final viajé, exuda cine en cada esquina. Antes, me lo había anticipado Silvia, amiga de siempre y que sabe definir muy bien las ciudades: “vas a ver en cada esquina un escenario”.
Pero no fueron las películas de Woody Allen las que me obligaron a visitar por fin la ciudad. En la era de las series de televisión fue Gossip Girl la que logró lo que Woody no pudo. Es una confesión dificil para un hombre heterosexual esta eh, sepan valorarla.
Ver la escena inicial de Gossip, en la Grand Central Station y no necesitar trasladarse allí es no tener alma. Seguramente no soy original en esto y puede alguno salir a responder que todo lo que hicieron Selena y Blair no es más que un reflejo de lo que mostraba Sex in the city. Puede ser, pero saben que, sin haber visto un solo capítulo de dicha serie (cambie aquí por bodrio si quiere querido lector), así como How I meet your mather superó ampliamente Friends, lo mismo pasa con Gossip respecto a Sex…
¿Nueva York se repite? Si, claro. Un mismo lugar, una misma escena o un mismo actor se repetirá al infinito, y siempre será único a la vez.
Por ejemplo, qué diferencia hay entre la carrera de Woody para llegar a Tracy antes que viaje a Londres con la de Harry por Sally (solo que nunca sabremos si al final Tracy volvió por Woody, aunque “no todos se corrompan”). Si hasta ambas escenas son disparadas por un balance de lo que es bueno para vivir en la cabeza de cada personaje (la mirada de Tracy, el hecho de separar cada ingrediente de la ensalada en el caso de Sally).
A la vez, ¿cuántos diálogos completos conocemos de las grandes películas neoyorquinas? Mientras escribo, sin necesidad de googlear, El Padrino lleva la delantera en esta competencia, pero con Manhattan no nos quedamos atrás. Ya que estamos, alguien debería avisarle a Scorsese que deje de intentar filmar El Padrino, porque ya se filmó…
La segunda vez llegué a Nueva York fue en medio de una tormenta, de camino a Washington (para que no metan la pata, el tren a Washington no sale desde la Grand Central Station sino desde la Penn Station, debe ser un error habitual la confusión, dado que en informes ya tienen el papelito preparado con el mapa de como llegar, recomiendo además hacerle caso a las instrucciones y no al maps o la intuición, es lo más cercano que voy a estar de admitir que #hijade19 tenía razón). Puedo decir que la ciudad con lluvia se la banca, sobre todo si en medio de la empapada asoma por casi todas las esquinas el Empira State (una gran recomendación es subir a este rascacielo con el objetivo principal de ver desde allí el mejor edificio del mundo: el Chrysler).
Hablemos un segundo de Washington… si, todo eso que viste en The West Wing o en las primeras temporadas de Hause of Cards, es así. Dos rápidas recomendaciones: los Smithsonian son #gratis!!!! (pero para el Museo del Espacio hay que sacar turno por internet… buhhh) y la entrada al Capitolio también. Eso si, todo lo que te ahorras en esos lugares, te lo van a cobrar con creces en NY. La coparticipación también funciona allí y alguien tiene que sostener a los guardianes del mundo libre (y esto lo digo adhiriendo fervorosamente al mundo libre).
Volvamos a Nueva York. Cada rincón del Central Park es también un escenario. Que poco que usamos en ese sentido nuestro Palermo. Si hasta los gallegos se dieron cuenta y el Parque del Retiro aparece casi en todas las series españolas, incluso para recrear nuestro Palermo (como en Los pacientes del Dr. García, que aprovecho para recomendar como muy superior al libro). Hay mucho que aprender acá.
Volvamos a Manhattan. La primera vez que estuve existía la posibilidad que nos encontremos con una amiga que vive en las afueras. Al cuarto o quinto día, con la ciudad nevada (nunca sentí más frío, pero garpa mucho más nevada que con calor) le escribí un mensaje sencillo: “Imposible que vayamos, la ciudad nos atrapó”, lo entendió perfecto.
Quiero ser claro. ¿Es mi ciudad preferida? No. Sin dudas Londres o Madrid están muy por encima. En ambas viviría mis otras vidas si las tuviese. Nueva York es más una película que una ciudad. Es meterse En la rosa púrpura del Cairo, para vivir en un plató permanente.
Quiero hacer un último comentario. Los gringos no son grandes creadores de cocina, al menos no al gusto latino. Pero si alguna vez viajas allí, vas a darte cuenta que, incluso el comedero al que menos boletos le ponés, te va a servir una gran hamburguesa. Sin inventar mucho, solo poniendo una rodaja de tomate cortada en el momento y un pan que no se moja con los jugos. Lograron llegar a otra dimensión en ese nicho. Es como nosotros con la pizza (que tan bien reflejó en su news de hace unas semanas mi tocayo Esteban Schmidt). Hacé la prueba (no, no incluye McDonals este comentario, mi religión me impide pisar uno de esos lugares).
Hoy está mal hacer listas, no sea cosa que algo quede discriminado. Para mi generación, al contrario, es absolutamente natural y hemos hecho muchas, imitando a Woody: Groucho Marx (si, claro), Willie Mays (prefiero el gol de Franchescoli a los polacos), El segundo movimiento de la sinfonía Jupiter (Chi may), Lous Amstrong, Algunas películas suecas (mmm, no…, pero Ingrid Bergman si…), La educación sentimental de Flaunert (El sueño eterno de Chandler), Marlon Brando (claro!), Frank Sinatra (claro!), Esas increíbles manzanas y peras de Cezanne, (prefiero La noche estrellada, de Van Gogh, si es en el Met, mejor que en el Moma, aunque el Moma es más lindo para visitar), Los cangrejos de Sam (no los conozco, pero recuperar el sushi de lo que era Gaijin será política de Estado si un día soy presidente), el rostro de Tracy (la sonrisa de Paula, mejor).